MEMORIAS DE HOSPITAL
INTRODUCCION:
Buscando entre mis viejos escritos no publicados, encontré apuntes, casos
y reflexiones sobre mi formación en el hospital. Allí realicé prácticas en varios sectores mientras
cursaba la concurrencia en clínica de adultos…
Estos casos, surgieron de mi paso por la guardia.
TRES CASOS DE GUARDIA Y UN INTENTO DE TEORIZAR SOBRE EL TEMA
EL JOVEN HISTERICO
Recuerdo particularmente el
caso de un joven de 17 años quien entró retorciéndose de dolor en la zona
abdominal. Los médicos, luego de
descartar cuestiones orgánicas, buscaron a la psicóloga diciendo: “Ahí tenés un
histérico para atender” (es llamativo el
disgusto que generalmente muestran los médicos ante los casos de histeria)
Cuando
entramos al consultorio, el muchacho estaba sentado en una camilla, una mano
sobre su abdomen inclinándose incesantemente una y otra vez como si buscara una
posición que pudiera calmarlo. Su rostro
dejaba traslucir un intenso sufrimiento.
Su padre y hermanos lo observaban… (¿Incrédulos? Quizás haya sido una
impresión mía)
Luego
de presentarnos y pedir a la familia conversar a solas con el paciente,
comenzamos por preguntar acerca de lo que lo traía. El dolor pasó a ser el tema central, señalaba
la zona abdominal pero también el pecho.
Cada vez que hablaba, se movía repetidas veces inclinándose hacia
delante. Se le preguntó también si le
había sucedido anteriormente algo similar.
Recordó que hacía nueve meses había tenido un ataque que casi lo operan
de apendicitis, pero finalmente se le fueron los dolores… ¿Cómo? Se quedó dormido y cuando despertó
ya estaba bien.
La
siguiente pregunta tenía que ver con los acontecimientos en su vida que le provocaron dolor anteriores al primer
ataque. No recordaba ninguno, salvo que sus padres se divorciaron nueve meses
antes. Se siguió preguntando en
aquella dirección y el paciente casi mágicamente pareció olvidarse de sus
dolores y comenzó a relatar que su padre estaba muy solo, que no le estaba
yendo bien con el negocio desde que su madre se fue, que él debía trabajar con
él ayudándolo. También contó sus
temores de no vender lo suficiente y que no haya dinero en su casa, que le
gustaría estudiar pero no quiere dejar
solo a su padre con el negocio…
Cuando
dejó de hablar, automáticamente volvió a tomarse el abdomen y retomó la
posición de intenso dolor.
Se
le sugirió que lo que le pasa, a lo mejor tendría que ver con esto que acaba de
contar. (No sabría describir la cara de
sorpresa que puso el paciente) ¿Qué…
con esto? -dijo sonriendo y
señalándose el abdomen.
Si- respondió la psicóloga- todas esas presiones
que estás sintiendo las expresas en el cuerpo.
Los médicos ya te revisaron y te comentaron que no tenés nada. Pero sin embargo tenés un dolor. A lo mejor estás llevando una carga muy
pesada para tu edad ¿No te parece?
El paciente se conmovió,
titubeó un poco y comenzó a decir que preferiría trabajar en otro lado, pero no
se animaba a decírselo a su padre. No
quería que su padre sufriera otro disgusto pues su hermano, quien antes
trabajaba en el negocio, también se había ido…
Si bien no se trata aquí de un comienzo de
análisis, bien podemos localizar un momento en el que el muchacho nos acerca su
queja: El dolor abdominal. Un síntoma
que a la medicina le hacía un poco de ruido. Los médicos lo examinaron, lo
estudiaron y terminaron por decirle que no tenía nada.
La
tarea del analista consistió en volver a escuchar las quejas que traía el
paciente, para luego poder darles un encuadre diferente. ¿Qué sucede en tu vida para cargar con semejante
dolor?. El analista no sabe qué la
pasa al paciente, pero supone que detrás
del síntoma ha de haber algo. Será el
paciente quien invitado a hablar de sí, aceptará la oferta y desplegará toda
una serie de preocupaciones y presiones familiares que terminarán por aliviarlo
(al menos ya no necesitará momentáneamente su síntoma para expresarse)
Si se tratara de un comienzo de análisis,
sería ésta invitación a hablar la que daría lugar al Sujeto supuesto saber…
La presencia del analista, su oferta, su
escucha es lo que posibilita que allí donde un paciente habla, pueda surgir un
sujeto.
QUE ALGUIEN SE HAGA CARGO!
El paciente en cuestión es Leonardo,
un joven de 23 años que llegó a la guardia “dado vuelta” según palabras de uno
de los médicos. Se presentó en la
guardia del hospital por motus propio, diciendo que había consumido drogas, que
no se sentía bien y que necesitaba hablar con “alguien que se haga cargo”. El médico de guardia que lo atendió realizó
las intervenciones pertinentes en casos de intoxicación y evaluó conveniente
hacer una interconsulta con los psicólogos de guardia.
Al momento de ver al paciente se encontraba sentado en una
silla acompañado por un suero. Su mirada
daba la impresión de un estado de alerta máxima y suma desconfianza. Sus ojos bien abiertos se posaron en nosotros
al instante de aparecer en escena. Una
breve presentación bastó para que el paciente comenzara a dar sus datos como si
se tratara de un informe (Nombre, apellido, edad, las sustancias con las que se
había drogado…) Manifestó además que se
encontraba solo, que sus padres se habían cansado hace tiempo y lo echaron de
la casa. Había estado viviendo desde
entonces con un amigo que “lo estaba ayudando a salir de este infierno”(…) “Pero me mande una macana y no me bancó más”
(…) “Necesito que se hagan cargo de mí” (…) “quiero que me internen”
Luego de que el amigo lo echó, estuvo caminando durante horas
(tratando de que se le pase un poco el efecto de las drogas), hasta que decidió
recurrir al hospital. Su pedido no era
simplemente que lo ayuden en ese momento, que lo desintoxiquen y lo devuelvan a
la calle sino QUE ALGUIEN SE HAGA CARGO DE ÉL.
Que un Otro responda allí donde
él ya no puede…
La guardia de un hospital, es la puerta 24 horas al día
abierta del sistema de salud. Es el
punto de encuentro entre la demanda imperiosa de pacientes que llegan muchos de
ellos en estado de urgencia y la respuesta que el médico puede dar. Algo es seguro, alguna respuesta hay que
dar, aunque más no sea la de una
dimensión temporal.
Ahora bien, la
guardia sola no puede “hacerse cargo de todo”.
Puede y debe intervenir en la urgencia sí, pero tiene una función de
recepción y distribución que no es menos importante.
Resulta
llamativo ver cómo este paciente Leonardo, pide a gritos que alguien se haga
cargo de él. Sus padres lo expulsaron…
Lo mismo sucedió con su amigo. Será el
sistema de salud quien deberá actuar para que el muchacho no quede en la
marginalidad.
Quizás
sea anecdótico pero vale relatar que cuando se intentó la derivación con el
centro de internación pertinente, la respuesta desde allí fue que “lo mandemos
desintoxicado” al otro día y por la mañana que es el momento en que se hacen
las admisiones.
EL MARGINAL
El otro caso que vamos a comentar es el de un hombre de unos
40 años (aparentaba 60) sumamente alcoholizado que vino a consultorios externos
a pedir por “alguien que lo ayude”. Se
lo hizo pasar, se veía desesperado y nervioso.
Dijo que había estado en guardia, que lo habían tratado mal, que lo
pincharon con “una jeringa así” (gesto con ambas manos indicando un tamaño
exagerado para una jeringa) La
intervención fue “Ud. Está muy angustiado”.
Sus ojos se llenaron de lagrimas y comenzó a relatar su vida. Desde pequeño vivió en la calle, fue
“rescatado” por una mujer quien “lo hizo hombre” (en todo sentido) Le dio ropa, casa, amor… Actualmente “trabaja” en la puerta de la
iglesia (como mendigo) y vive con la mujer que menciona. El problema, según refiere el paciente, es
que la hija de esta mujer lo provoca continuamente. “Y yo no doy más…” (dice al
tiempo que llora). “No puedo vivir así…
yo a la Chochi (su mujer) la amo” “…pensé en tirarme debajo de un tren pero
Dios me iluminó y vine al hospital… necesito que me ayuden”.
De nuevo en la guardia, lo que pedía
el paciente era que lo internen. La
psicóloga que estaba de guardia en ese momento,
decía que no era posible internar a todo “borracho que cae en la guardia” “¿Por qué te fue a ver a vos? Si
yo ya lo despaché!”
En este caso, que el sistema de
salud se hiciera cargo de la demanda de “un borracho” no fue fácil. En un primer momento se lo escuchó, se le
administró algún medicamento que necesitaría y se le dio información por
escrito de lugares a los que podía asistir (un hogar, alcohólicos anónimos y el
hospital Alvear) Al paciente sin embargo
no le bastó. Quería que alguien se haga
cargo de él…. Fue por el lado de la
amenaza de suicidio que mencionó el
paciente por donde la guardia (a través de esta psicóloga) se hizo cargo del
paciente (al menos por un tiempo más, pues lamentablemente no nos enteramos qué sucedió después)
Quizás el ideal de institución es aquel que responde desde un
modelo de inclusión que “se hace cargo” del paciente. La realidad es que, en la práctica, no
resulta posible dar respuesta a todos. Y
no es que no existan instituciones para tal fin. Está por ejemplo el programa “Buenos aires
Presente” que brinda un refugio, baño y comida a las personas sin hogar. (Lastima que no haya lugar suficiente para
todos los indigentes), Existen también orfanatos, centros de internación en
adicciones, hogares de ancianos…
Sin
embargo, nunca en proporciones adecuadas a la demanda existente. La calle está repleta de personas en
situación de marginalidad y no se trata de que la política social no apunte a
un modelo de inclusión. El modelo es de
inclusión, pero en la praxis es un modelo fallido.
Lo que necesitamos, dirán algunos, es un gobierno fuerte, un
Otro completo que sepa responder a nuestras demandas, que se haga cargo de los
marginales, que los excluya o los devuelva sanos al sistema si así lo desea,
pero que haga algo…
Lamentablemente (o por suerte), ese
Otro completo es un imposible. Ya Freud
advertía sobre éstas utopías culturales en 1930. “Cuando, con razón, objetamos el estado
actual de nuestra cultura lo poco que satisface nuestras demandas de un régimen
de vida que propicie la dicha; cuando, mediante una critica despiadada, nos
empeñamos en descubrir las raíces de su imperfección, ejercemos nuestro
legítimo derecho y no por ello nos mostramos enemigos de la cultura. Nos es lícito esperar que poco a poco le
introduciremos variantes que satisfagan
mejor nuestras necesidades y tomen en cuenta aquella crítica. Pero acaso llegaremos a familiarizarnos con
la idea de que hay dificultades
inherentes a la esencia de la cultura y que ningún ensayo de reforma podrá
salvar…”3
Sabemos
entonces que la completud es estructuralmente imposible para el sujeto y sus
instituciones. Sin embargo, esto no
alcanza para justificar que en nuestro sistema social, y más específicamente en
nuestro sistema de salud no podamos dar una adecuada respuesta a la población…
- Freud, S. El malestar en la cultura. Cap V Pág. 103. Obras Completas. Tomo XXI. Amorrortu Editores. 1930.
CONCLUSIÓN
La guardia del hospital, es la
trinchera desde donde los profesionales de la salud intentan suplir un sistema
repleto de carencias y dar algún tipo de respuesta. Evidentemente, hoy por hoy, no alcanza con la
buena o mala voluntad de los recursos humanos.
Resulta necesaria una respuesta colectiva además de una acción clara por
parte del poder acerca de qué es lo que se quiere lograr con las instituciones.
La demanda común del paciente que
cae en guardia es “háganse cargo de mí” “Ayúdenme” “sánenme”, la respuesta por
parte de la institución sería algo así como “vamos a hacer todo lo
posible”. Lamentablemente lo que se
puede hoy en día no satisface.
Tal vez, colmar el deseo del Otro
sea un imposible. Sabemos que de ser
posible no resultaría, quizás, la mejor opción (sino, los invito a leer “Un
Mundo Feliz de Huxley” y verán allí el relato de un mundo donde el Gran Otro
organiza y garantiza la felicidad humana haciéndose cargo eficazmente de todo y
de todos)
Ojo, que el malestar en la cultura sea estructural e inherente a la misma,
no significa que no debamos hacer nada para mejorar, no significa que nada
pueda hacerse. Ni justifica de ninguna
manera la situación actual del sistema de salud.
Para
finalizar, no quisiera que este
trabajo sea visto como una crítica a la guardia, al contrario. No es poco que exista un lugar donde se dé
respuesta a las urgencias de la población.
Decimos simplemente que resulta muy difícil trabajar en guardia, cuando
la red de salud en su conjunto encierra tantas carencias…
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